jueves, 4 de abril de 2013

Llega la noche y te echo de menos


La luna parece burlarse de mi, las estrellas no brillan con tanta intensidad. Parece que no soy la única que está apagada esta noche. 

-Pásame otra calada de eso, necesito alguna anestesia contra este dolor.

+No puedes vivir atada al pasado toda tu vida, ¿sabes?


-Lo sé, pero me niego a aceptar que esto se a acabado, no lo acabo de asumir, colega.


+¿Piensas estar aferrada a ese recuerdo el resto de tus días?


-Llámame loca, llámame masoca, pero irremediablemente sí. 

¿Acaso puedes olvidar a la gente así por que sí? ¿Acaso la palabra olvidar quiere decir realmente no recordar? Creo que no, creo que somos unos ingenuos cada vez que la mencionamos, ya que lo único que hacemos es pasar ese recuerdo, ese momento, a otra parte de nuestra cabeza en la que ya no ponemos interés, sin tener en cuenta que puede volver en cualquier instante. Pero sí, ingenuos somos al decir que pegados a una botella, o enganchados a la droga más fuerte, podemos olvidar a esas personas. Puede que te calme el mono de su olor, de su sonrisa, o de su presencia, pero no por mucho tiempo. Luego el vacío vuelve para hacerte ver la realidad en la que estás viviendo, y a veces pienso  en que ojalá tuviera una puta venda en los ojos toda mi vida para no ver lo que el mundo me ofrece, porque es muy jodido.

-Pero hay veces que no podemos hacer nada, y las cosas suceden porque sí, porque es mejor de esta manera y no de otra. Si lo dejas en manos del destino puede ser la cosa más bonita que te haya pasado en la vida, o puede ser el mayor de tus desastres. Hay cosas que no se pueden evitar, y sólo queda asumirlas echándole cojones y mirando hacia el frente, por muy gris que parezca.





«Y es que a veces asumir la realidad, es tan agrio y tan difícil que prefieres encerrarte en tu propia mente, evadirte en tus propias ilusiones, aunque luego te des de morros con la vida, y te des tal hostia que dejes de soñar y de creer en estúpidas fantasías»






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